El show de Truman: el mundo en el que eliges vivir

El show de Truman es quizás la película comercial con mayor carga ideológica que se haya hecho. David Thompson la distinguió como “la película de la década”Larry King predijo que El show de Truman revolucionaría la forma de hacer arte. 22 años después de su estreno, el film fue subido a Netflix. En aquel entonces pronosticó el comportamiento de la sociedad actual, atravesada por la cultura de la telerrealidad.

La película cuenta la vida de Truman Burbank, la persona más famosa del mundo. Su vida es vista por millones de personas a través de miles de cámaras colocadas en un estudio de televisión gigante. El detalle es que esta producción no tiene el consentimiento del protagonista. No está enterado que su mundo es una simulación desde que nació. Hay actores que cumplen el rol de ciudadanos y un director llamado Christoph que, como si fuera Dios, toma todas las decisiones: establece situaciones, elige el clima y crea personajes.

En una escena del film, Truman se mira en el espejo del baño. Un espacio que no es visto por los televidentes. Los productores no entienden cómo un comportamiento puede ser destacado si nadie lo ve. Esto sirve para explicar la cultura de la telerrealidad y la necesidad de la correspondencia. La sobreexposición de nuestras actividades mundanas necesita ser validada por un tercero: mostrar cuando trabajamos, cuando comemos, cuando nos recostamos. Sacarnos fotos en un baño, ese lugar que simbolizaba lo íntimo, ahora es un photocall por su iluminación privilegiada.

Nuestra sociedad fue anticipada

En los años 60, el novelista de ciencia-ficción post-apocalíptica J. G. Ballard predijo que nuestra civilización acabaría haciendo fotos de cosas tan mundanas como un plato de comida. También de escenarios tan históricamente privados como un baño o dormitorio. Lo único que se necesitaba, según Ballard, era la tecnología para hacerlo.

¿Estamos acaso todos eligiendo vivir en una especie de Show de Truman? La respuesta es que buscamos pertenecer, ser validados. La lógica lúdica de las redes sociales muestra como ganadores a los más reconocidos. Como en los juegos, creemos que alguna vez nos tocará ganar a nosotros y es un círculo vicioso que ataca directamente nuestra autoestima.

En 1999, un año después del estreno de El show de Truman, la web Here And Now comenzó a retransmitir todo lo que ocurría en el salón de una casa donde convivía un grupo de jóvenes voluntarios. Erik Vidal, el creador del programa, explicó en ese momento: «Me di cuenta de que llegará un momento en el que la gente ya no se hará famosa porque sus padres lo sean o porque trabajaron para eso. Se harán famosos por el simple hecho de que tienen una cámara apuntándoles«.

Las redes sociales: un juego vicioso

Transitamos la vida online aspirando ganar puntos. Como en un videojuego: puntos por ser felices, por ser solidarios, por ser intelectualmente superiores, por ser guapos, por trabajar más duro que los demás, por tener más amigos. Las validaciones, los me gusta, los mensajes privados que atraiga una foto y los comentarios entusiastas sobre nuestro físico ocurren en una dimensión artificial. La trampa está en que lo que ocurre en esa dimensión nos afecta en nuestra vida real. La vida es entonces, un simulacro, que recién trasciende cuando se convierte en contenido social.

“Han llegado a aburrirnos esos actores que expresan emociones falsas. Si bien el mundo de Truman es, en ciertos aspectos, una falsificación, el propio Truman no tiene nada de falso. Sin guión, sin apuntador. No es siempre Shakespeare, pero es genuino. Es una vida”. Así defendía su obra Christoph, el Dios del mundo de Truman.

El final de Truman

Como en las películas heroicas, el protagonista culmina su redención buscando escapar de la simulación. Desea viajar, conocer el mundo, sentirse libre. Es el deseo que tiene desde su niñez, pero siempre fue oprimido por su entorno. Los actores siempre intentaron que olvide esa pasión de convertirse en explorador. El show debía continuar y esa afición podría haber boicoteado un negocio televisivo millonario si Truman escapaba.

La sociedad midió sus actos desde tiempos ancestrales. Durante siglos, la moral y los valores giraron en torno a la religión. Hoy, nuestros actos y pensamientos están medidos por los medios de comunicación, las redes sociales y los algoritmos de consenso. Si actuamos según la palabra de Dios lo haremos creyendo que Dios está mirando. En cambio, si lo hacemos según lo que dictan las redes sociales, será teniendo la certeza que alguien está mirando. Y hay pocas cosas más satisfactorias en la existencia humana que la certeza.

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