Byun Chul Han probablemente sea uno de los filósofos más prolíficos del último tiempo. Su mirada sobre la sociedad actual hiperproductiva, la vigilancia, el poder, regímenes neoliberales y formas sutiles de control remiten al pensamiento foucaultiano. En Psicopolítica (2000), realiza una crítica a la sociedad actual. Analiza el comportamiento de las personas, que se sienten libres dentro de espacios preestablecidos por el poder, un poder que ya no es opresivo, porque no lo necesita. Las personas se someten a ellas mismas en pos de pertenecer y a su vez, de ser distintas. Es un ensayo sobre las técnicas actuales que utiliza el sistema para hacernos sentir cómodos con nuestro estilo de vida.
El poder utiliza sofisticadas técnicas de poder como el Big Data, con la premisa de que lo primordial es conocer a los sujetos. La hiperconectividad paga el precio del análisis de información, de plataformas que estudian a sus usuarios a través de algoritmos. Lo interesante de este libro que tiene 20 años es su fascinante actualidad. Esto no hace pensar que el sistema en el que nos encontramos inmersos fue cuidadosamente pensado y ejecutado. Han es coreano, oriundo de un país con una alta tasa de suicidios, enfocado en la productividad y con gran penetración de empresas IT y una población permeable al uso de dispositivos. Como él la llama en otro libro: la sociedad del cansancio
.
La falsa noción de libertad
El libro contiene sólo 121 páginas y uno de los éxitos que tuvo fue la admirable capacidad del filósofo coreano de postular enunciados de una manera clara y concisa. Psicopolítica está compuesto por 13 capítulos que tienen frases poderosas, inquietantes, reflexivas y contundentes sobre la Psicopolítica. En el primer capítulo dice: «La libertad del poder hacer genera incluso más coaccione que el disciplinario deber». La gran cantidad de posibilidades nos hace sentir libres, sin embargo, somos esclavos de esa dependencia.
La analogía del Topo y la serpiente que usa en el tercer capítulo sea probablemente una síntesis de sus ideas. El topo se mueve por un camino premeditado, sigue sin plantearse la idea de volver atrás. Su trayecto tiene un diseño limitado y su libertad sólo existe en ese túnel subterráneo. La serpiente, en cambio, crea su camino mientras se desplaza de forma desenvuelta, imprevisible. El topo es el sujeto, que se encuentra cómodo en el túnel en el que cree ser libre. La serpiente es el empresario y su desplazamiento es la libertad de proyectar.
Ludificación
La Psicopolítica es establecer un sistema siguiendo criterios psicológicos de control poblacional. El poder no necesita oprimir, sino que cuenta con la complicidad de los individuos. La libertad se mercantilizó y con ella las diversas formas de expresarse, comportarse y pertenecer. El gran instrumento para llevar a cabo esta forma de dominación sutil es la información y la hiperconectividad. Con estos mecanismos, se da un fenómeno que Han llama Ludificación. La mejor forma de que la población se mantenga sumisa es entregarle espacios de distracción, que sean totalmente contrarios al trabajo y al esfuerzo. «A través de una rápida experiencia exitosa y de un sistema de gratificación instantánea se aumentan el rendimiento y el producto. Un jugador con sus emociones muestra mayor iniciativa que un actor racional o un trabajador meramente funcional», dice el autor.
«Con la lógica de la gratificación del me gusta, de los amigos o los seguidores, la comunicación social se somete al modo juego. La ludificación de la comunicación corre paralela a su comercialización. Destruye la comunicación humana», afirma el filósofo. Y es que el poder toma un rol paternal al facilitarnos juegos de comunicación y de satisfacción, que se contraponen al tiempo de producción. La filosofía del me gusta no hace más que promover estándares ideales creados por el sistema, como si fuera un juego.
La vigilancia
«La eficacia de la vigilancia reside en su amabilidad», dice en el capítulo «El Big Brother amable». Es que no tomamos dimensión del alcance de este sistema de poder. Nos ponemos al desnudo por iniciativa propia, atrás quedó la vigilancia orwelliana que vislumbraba un futuro de una sociedad controlada pero consciente de ese control. Esta forma de vigilancia es aún más eficaz porque el individuo necesita publicar su vida, sus actividades, su información. Entrega sus datos por decisión propia, sin ninguna obligación y sin coerción alguna. Con la única motivación de pertenecer.
El poder entendió que la mejor forma de dominación es el conocimiento. Es por eso que surgieron empresas de tecnología que se dedican a la venta de información como Cambridge Analytica. Para el poder político, las redes sociales se transformaron en el instrumento más poderoso de control. Las plataformas, por su parte, ganan dinero de auspiciantes que pagan el tiempo en que los usuarios las utilizan. Todo esto se da gracias a la sumisión inconsciente de usuarios que se sienten cómodos en su falsa libertad de expresión. «Cada uno es el panóptico de sí mismo», dice Han.
¿Hay una salida del túnel?
Ante un panorama en el que los sujetos se sienten libres, pero sólo pueden elegir entre opciones dentro del sistema, el filósofo coreano firma que la única salida es la idiotez. Nuestro futuro dependerá que seamos capaces de servirnos de lo inservible, en términos productivos. De una singularidad no cuantificable para el sistema. De que podamos volver a nuestra esencia «El idiota, no es ningún sujeto. Más bien es una existencia floral», expresa en sus últimas líneas.
Psicopolítica nos hace reflexionar sobre nuestro tiempo, sobre los mecanismos sutiles de control del poder y sobre nuestra sumisión. Lo que creemos que es la conquista de espacios, quizás sean lugares cedidos por el sistema para la continuidad de su control. Entonces, ¿Somos libres? ¿Existe la libertad como la conocemos? ¿Realmente queremos ser libres y pagar el precio por serlo?
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