Soltar alguna carcajada puede parecer algo habitual, pero la realidad es que la risa, como respuesta a una situación divertida, requiere mucho trabajo y es una acción poderosa. En concreto, reírse impulsa el funcionamiento de las áreas que controlan el procesamiento motor, emocional, cognitivo y social.
Las personas comienzan a reírse en la infancia y eso ayuda a desarrollar los músculos y la fuerza de la parte superior del cuerpo. Este descubrimiento favoreció investigaciones sobre el poder de la risa para el mejoramiento físico y mental, según recoge Science Alert. La risa, según los expertos, no se basa en respirar. La acción de reírse es una combinación compleja de músculos faciales que implican el movimiento de los ojos, la cabeza o los hombros.
De esta forma, la risa, ya sea hacerla u observarla, activa múltiples regiones del cerebro: la corteza motora, que controla los músculos; el lóbulo frontal, que ayuda a comprender el contexto; y el sistema límbico, que modula las emociones positivas. Implicar todos estos circuitos fortalece las conexiones neuronales y ayuda al cerebro a coordinar su actividad.
La risa mejora el estado de ánimo
Por ejemplo, reír puede ayudar a controlar los niveles cerebrales del neurotransmisor serotonina de forma parecida a lo que hacen los antidepresivos. Al minimizar las respuestas del cerebro a las amenazas, limita la liberación de neurotransmisores y hormonas como el cortisol que pueden desgastar los sistemas cardiovascular, metabólico e inmunológico con el tiempo.
La risa es como un antídoto contra el estrés, que debilita estos sistemas y aumenta la vulnerabilidad a las enfermedades. No obstante, un buen sentido del humor y la risa que sigue dependen en amplia medida de la inteligencia social y la memoria. Esta última suele surgir al reconocer las incongruencias o los absurdos de una situación.
Reírse durante las conversaciones
Muchas habilidades cognitivas y sociales trabajan juntas para ayudar a monitorizar cuándo y por qué se produce la risa durante las conversaciones. Lo cierto es que ni siquiera es necesario escuchar una carcajada para poder reír, por ejemplo, las personas sordas acentúan sus oraciones firmadas con risas, al igual que los emoticonos en el texto escrito.
El lingüista Don Nilsen señala que las risas ahogadas y las carcajadas rara vez ocurren en soledad, lo que respalda su fuerte papel social. Desde una edad temprana, la risa de los bebés es un signo externo de complacencia que ayuda a fortalecer los vínculos con los cuidadores. Años después, es una señal externa de compartir una apreciación de la situación.
Hay expertos que apuntan que practicar un poco de risa todos los días puede mejorar las habilidades sociales ya que, cuando alguien se ríe, comparte sus sentimientos con los demás y aprende el riesgo de que su respuesta puede ser aceptada o, por el contrario, ignorada. Los investigadores de psicología positiva, que estudian cómo las personas pueden prosperar en sus vidas, han descubierto que la risa produce emociones positivas que conducen a este tipo de florecimiento.
Estos sentimientos crean resiliencia y aumentan el pensamiento creativo, así, incrementan el bienestar subjetivo y la satisfacción con la vida. Los expertos descubrieron que estas emociones positivas se correlacionan con la apreciación del significado de la vida y ayudan a los adultos a tener una visión benigna de las dificultades que han enfrentado durante toda su vida.
Un número creciente de terapeutas aboga por el uso del humor y la risa para ayudar a los clientes a generar confianza y mejorar los entornos laborales. De hecho, diferentes estudios revelaron que los niveles de bienestar aumentaron después de las intervenciones de risa.
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