¿Para qué sirve llorar? La ciencia detrás del llanto

Las gotas de agua salina que caen por el rostro producto de la emoción no siempre son tristesSeguramente recuerdes alguna ocasión en la que sentiste una sensación tan plena e intensa que te fue imposible reprimir las lágrimas. Incluso, en mitad de un ataque de risa, en el que la hilaridad era tan fuerte que de tus ojos empezaron a caer goterones en un llanto incontenible.

Como sea, el hecho de llorar es una de las formas más naturales de soltar toda la emoción que nos embarga en un momento determinado. Pero también hay otras. En realidad, el comportamiento de los humanos se basa principalmente en eso: una continua afectación por las situaciones que vivimos en nuestro día a día. Luego, convertidas en emociones, dejan su impronta en nuestro ser y conciencia. Más tarde, como si se tratara de una presa de agua, necesitan liberarse. Este año, además, todos lo hemos vivido de una forma particularmente intensa a nivel emocional debido a la pandemia.

El mecanismo salvador del llanto

Ahora, cabe preguntarse: ¿Hemos llorado lo suficiente como para sanar todas esas heridas provocadas por el dolor experimentado, sea del tipo que sea? ¿Es cierto que, de algún modo, las lágrimas tienen el poder de aliviar el daño emocional causado? «El llanto es una descarga de hormonas de nuestro cerebro que provocan respuestas a las situaciones vividas», asegura Mónica Pereira Dávila, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP). «Esta descarga hormonal va eliminándose poco a poco a través de la orina o el sudor. Sin embargo, a veces es muy grande y la intensidad de la emoción está por encima de lo que la persona es capaz de manejar. En ese momento tenemos el mecanismo del llanto que nos ayuda a eliminar del organismo todas esas hormonas excedentes, por eso nos sentimos mejor tras un buen rato llorando«.

En este sentido, ¿podemos también llorar por una emoción positiva? «Esto es válido también para los momentos de euforia o extremo bienestar, ya que el nivel hormonal está por encima de lo que nuestro cuerpo es capaz de gestionar», afirma Pereira. «Por eso, algunas personas pueden llorar de felicidad. Es un mecanismo del cuerpo para alcanzar un equilibrio emocional«.

Pero evidentemente, no lloramos solamente debido a emociones. También para depurar e hidratar el globo ocular: lo que se conoce como lágrimas basales. «Eso a nivel fisiológico, pero desde el punto de vista emocional tiene también una función comunicativa», comenta, por su parte, Rafael San Román, psicólogo de la plataforma de atención psicológica online iFeel, a El Confidencial. «Las lágrimas sirven para indicar que la persona que tenemos delante está sufriendo por algún motivo. De ahí que los niños pequeños, al no poder expresar verbalmente lo que les pasa, recurran al llanto. Por supuesto, no todo el mundo llora por igual ni por los mismos motivos o frecuencia, y en ello juega un papel muy importante lo que aprendemos de pequeños sobre este mecanismo».

La importancia de los abrazos

Se trata de uno de los gestos que más hemos echado de menos a lo largo de este año. Y que, por precaución, muchas personas todavía no se atreven a ofrecer a sus seres queridos. No comprendimos la importancia de un buen achuchón en los momentos difíciles hasta que llegó la pandemia y mandó al traste nuestra vida familiar y social.

Al igual que las lágrimas, también es una forma de comunicación que sirve para sanar o equilibrar nuestro estado emocional. Pero a diferencia de ellas, que no dejan de ser un mecanismo propio e individual, el abrazo sirve para compensar precisamente la afluencia de las mismas en otra persona, tal y como lo corrobora Pereira: «Si cuando lloramos, un ser querido nos da un abrazo, está mandando a nuestro cerebro señales de tranquilidad, protección o seguridad», asegura. «Cuando este lo percibe, automáticamente disminuye la descarga hormonal que nos hacía sentir abrumados y esto contribuye a la regulación emocional».

¿Y el llanto sin motivo?

«Tengo la teoría de que cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino por todas las cosas por las que no lloró en su debido momento», escribió el poeta uruguayo Mario Benedetti. ¿Acaso se puede llorar sin más, por todo y por nada, o bien en un sentido existencialista, por todas las cosas tristes de este mundo en su totalidad? Pereira cree que se debe a una mera acumulación de emociones no gestionadas. «A veces la gente no sabe escuchar a su mente, no entiende el lenguaje de las emociones y cree estar bien ante los acontecimientos que experimenta», señala. «Mantiene una barrera de control emocional a modo de ‘dique’ que impide que las lágrimas fluyan. Cuando bajan la guardia y relajan ese control, puede que ocurra el llanto y les genere desconcierto al no entender a qué se debe».

San Román está plenamente de acuerdo con ella. «Es como cuando a alguien le regañan un poco y rompe a llorar: obviamente lo está haciendo por otra causa», asevera. «No siempre la causa del llanto es el estímulo que lo desencadena». En este sentido, volviendo a Pereira, «es como si hubiéramos abierto las puertas del dique y salieran todos los ‘malestares contenidos».

Cuando las emociones no tiene cómo fluir

Muchas personas, por distintos motivos ya sean culturales o psicosociales, se sienten incapaces de llorar. Esto puede hacerles pensar que no tienen sentimientos, cuando en verdad lo que les pasa es que no saben gestionar ni desplegar esa emoción que les invade y necesita salir para fuera. «A mi consulta vienen muchas personas que tienen problemas de temperamento, se enfadan a la mínima o sienten que su vida está vacía», relata Pereira. «Más allá del carácter de cada uno, muchos de ellos no saben cómo dar rienda suelta a la emoción que les invade, y como sienten que no pueden llorar, ya sea porque se les ha educado así o porque nunca nadie les ha enseñado a llevar una buena gestión emocional de sus sentimientos, acaban recurriendo a la violencia contra sí mismos o los demás».

«De lo que se trata aquí es de tener un buen conocimiento de cuáles son mis emociones», recalca la psicóloga. «Ser capaz de reconocerlas, entender cómo afectan a mi manera de actuar como a la forma de entender el mundo. Una persona con una inteligencia emocional sana no necesita llorar a menudo para regular sus emociones, pero sí que lo usará y le será de gran utilidad esa estrategia para cuando su vida alcance unas cotas de intensidad muy altas que le dificulten ese manejo».

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