Reloj de arena

Las prisas generan estrés. Como gestionar la prisa

Que las prisas generan estrés ya lo dice la sabiduría popular. Entre el “Vísteme despacio, que tengo prisa” o “Las prisas no son buenas consejeras” nos cuenta el cuento de la tortuga y la liebre. Está claro que las prisas generan estrés, aun así, existiendo esta creencia social, muchas veces comentemos errores cuando vamos corriendo, pero también cuando no vamos con prisas, a veces cuanto menos trabajo tenemos más nos equivocamos. ¿Quieres saber por qué y cómo controlarlo?

¿Vamos a por la historia de hoy?

Es sábado, no tiene prisa, pero sí que tiene muchas cosas que hacer. Quiere aprovechar la mañana antes de salir hacia el partido de futbol de su hijo. Desayuna sin prisa, pero sin pausa, quiere salir a comprar antes de las 10h porque cree que más tarde encontrará más gente. Mientras se viste se acuerda que tenía que poner una lavadora. Son las 9h 30 min, aún tiene tiempo, así que, decide ponerla. Está tranquila, y mientras va pensando qué comprará. Acaba de poner la lavadora mientras repasa que quiere comprar. ¡Ah! y tiene que comprar detergente, casi no queda. ¡Vaya! Y tiene que limpiar el filtro de la secadora, lo hará a la vuelta.

Ha comprado tranquila, tiene el tiempo justo para guardar la compra y sacar la lavadora. En 20 min deben salir de casa o llegaran tarde al partido de futbol. Abre la lavadora y ve que la ropa está teñida de azul.

“¡No puede ser! ¿Qué ha pasado?” Con mirada atónita comprueba que ha lavado la sudadera nueva de su hija que tenía separada para lavarla sola. “¿Cómo ha llegado a la lavadora?”. Mientras empieza a pensar cómo solucionar el caos en que se encuentra su ropa, aparece su hijo: “Mamá, nos vamos o llegaremos tarde”

Mientras grita un “¡Un momento!”, va separando la ropa que se puede aprovechar de la teñida, programa un nuevo lavado, que sabe que no servirá de nada, y coloca en la secadora la ropa no estropeada. “¡Ostras! ¡Hay que limpiar el filtro!” Lo limpia corriendo mientras una voz dice: “Mamáaa”.

Otra vez, como si de una maldición se tratase, acaba saliendo de casa, corriendo, llegando justa al partido y sin poder disfrutarlo ya que piensa en su camisa favorita teñida de azul y le invade la frustración y la culpa.

¿Qué ha podido pasar si tenía tiempo e iba tranquila?

Si reflexionas sobre la historia quizás pienses que nuestra protagonista no iba con prisas, iba haciendo cosas porque tenía tiempo. Fue el lamentable suceso con la sudadera la que le generó el estrés.

Entonces, ¿Qué tiene esto que ver con que las prisas generan estrés? El hecho es que vamos con prisas y ni siquiera nos damos cuenta de ello.

Vamos a ver que ha pasado: En realidad, nuestra protagonista no iba corriendo, lo que le daba la falsa sensación de ir sin prisa. Sin embargo, no correr no es sinónimo de tranquilidad, aunque pocas veces somos conscientes de ello.

A veces pensamos que hemos parado, pero llevamos la inercia del movimiento. Voy a ponerte un ejemplo: Imagínate que vas en coche a 120 Km/h durante un buen rato, llegas a la ciudad y disminuyes la velocidad en pocos minutos para circular a 50 Km/h. ¿Verdad que parece que no te mueves? ¿Qué vas lento y con calma? Pero la realidad es que te sigues moviendo, y lo peor, sigues moviéndote dentro del mismo coche, es decir, dentro del mismo contexto.

Por otro lado, nuestra protagonista intenta rellenar los espacios de tiempo que quedan vacíos entre dos labores, bajo la falsa creencia de que aprovecha el tiempo y así avanza las cosas que tiene que hacer.

Muchas veces esta manera de actuar nos lleva a correr porque al final algo se complica y con ello llegan las prisas que nos generan estrés. La creencia dominante de que aprovechamos el tiempo nos lleva a actuar en contra de lo que sería de verdad aprovechar el tiempo: Hacer las cosas con calma.

Otra vez, nuestras amigas, las creencias escondidas, han tomado el poder y demostrado que las prisas generan estrés.

¿Qué ha pasado en realidad?

Vale, ahora ya sabemos que nuestra protagonista no iba calmada, sino que iba sin prisa. Pero ha puesto la lavadora, tranquila ¿Por qué no se ha dado cuenta que ponía la sudadera dentro?

Mientras que nuestra protagonista se creía que estaba poniendo la lavadora en realidad estaba comprando y acabando de encajar las piezas de su puzle para llevar a cabo todas las tareas programadas en el tiempo previsto.

Nuestro cerebro solo puede trabajar en un 2% de su capacidad a la vez, esto quiere decir que, si tengo la atención centrada en un punto, el resto de nuestras capacidades disminuyen y lo que hacemos, si hemos generado un hábito, lo hacemos en modo automáticos. Es decir, el cerebro de nuestra protagonista había realizado tantas veces el acto de poner la lavadora que lo tenía automatizado de tal manera que ella no debía pensar en lo que hacía, simplemente se movía de forma automática siguiendo los dictados de su cerebro.

Aunque se encontraba delante de la lavadora no estaba allí, por eso puso la sudadera dentro del tambor sin ni siquiera verla ni ser consciente de ello.

No iba deprisa, y eso es lo que le genera más culpa y frustración, el no entender el porqué de lo que ha pasado.

No solo las prisas generan estrés, movernos en automático nos puede llevar al verdadero caos sin darnos cuenta. Y es que cuando hacemos varias cosas a la vez, entre ellas pensar, la mayor parte del resto de acciones las hacemos de forma automática.

¿Y cuándo hago las cosas corriendo? ¿Qué pasa?

Pues en el caso de que sí que sepas que vas con prisas, pasa lo mismo, si intentas hacer muchas cosas a la vez, como el cerebro solo puede estar activo en un 2%, se centrará en aquello en lo que pongas más atención y el resto lo automatizará, lo cual puede llevarte a errores

Sí, ¡Lo sé! Las prisas generan estrés, pero no puedo dejar de hacerlo. ¿Por qué?

Por qué lo has convertido en un hábito y ahora ya lo haces de forma automática, tengas prisa o no. Aunque pienses que nunca más aprovecharás los tiempos perdidos seguirás haciéndolo, aunque no tengas prisas, porque tu cerebro te hará repetir el patrón y mientras todo siga su curso, tu piloto automático no te permitirá ver cómo estás funcionando.

Solo te darás cuenta de que vuelves al hábito cuando te suceda alguna cosa que desmonte tu puzle de cosas a hacer, como sacar la ropa de la lavadora de color azul. Entonces entrará en juego la culpa: “Si es que lo sé, no sé por qué sigo haciendo las cosas así” o el victimismo: “Es que todo me pasa a mí, que mala suerte que tengo, ¿cómo ha podido pasar? No lo entiendo”.

¿Y qué puedo hacer para cambiar?

Las prisas generan estrés, esto ya lo sabes, pero no se trata únicamente de saber las cosas, hay que darse cuenta de que hemos generado un hábito.

Para cambiar el hábito, cuando ya lo hemos descubierto, hay que querer cambiarlo y aceptar que durante un tiempo seguiremos equivocándonos. Tenderemos a repetir patrones (por eso los llamamos patrones), pero no debemos culparnos, ni dejar de intentarlo hasta que lo consigamos.

Recuerda que es tu cerebro, el que pensando que te ayuda, repite los actos de forma mecánica con el objetivo de ahorrar energía y de sobrevivir, no de hacerte feliz.

Una manera de conseguirlo es centrar el pensamiento en lo que estamos haciendo, intentando no pensar en lo que hicimos en el pasado o lo que haremos en el futuro. Simplemente poner atención a los actos y dejar que nuestro cerebro tenga espacio para pensar en lo que está haciendo y no entrar en funcionamiento automático.

¿Y cómo me doy cuenta de mis hábitos?

Debes fijarte en aquellos hábitos que te llevan a vivir de una manera que no quieres. Cuando pienses que hay algo que no funciona o que deberías hacer diferente, cuando te culpes por algo que has hecho sin saber porque, posiblemente allí habrá un hábito.

Entonces busca momentos de contemplación, de paz y sal de tu entorno para pensar y permitirte ver cómo te mueves por la vida.

Te recomiendo que busques contextos diferentes a los que te mueves en tu día a día. No analices tu comportamiento es esos contextos. Es decir, no te sientes en el sofá de casa para analizar cómo te mueves en casa, porque dentro del mismo contexto difícilmente encontrarás lo que provoca tus hábitos.

Pero no puedo parar, tengo mucha faena: la casa, el trabajo…

Date cuenta de que las prisas generan estrés, y que el estrés te hace trabajar más lento y muchas veces provocando que a la larga tengas más trabajo.

Nadie dice que tengas mucha faena, en nuestra sociedad tenemos que atender a tantos frentes que creemos que tenemos que llegar a todo. Evidentemente tenemos que hacer cosas, pero, párate y piensa en todas las cosas que tienes que hacer.

¿Todas? ¿Tienes que hacerlas todas? En este punto entran en juego distintos pensamientos, casi todos, basadas en creencias. Puede que muchas de tus obligaciones provengan de creencias que tienes tan arraigadas que no te dejan ver que no hace falta que hagas todo lo que piensas que tienes que hacer.

Analiza también si hay algo en ti que no quiere que pares, ¿Quizás tienes miedo de no ser útil si dejas de hacerlo todo?

Busca lo que hay en ti, que no tiene por qué ser lo que yo puedo pensar, si no lo que está en ti. Solo en ti y tus creencias.

Se trata de vivir mejor

Ya sabes, las prisas generan estrés, pero el piloto automático nos hace genera más estrés sin que seamos conscientes

Recuerda, tu objetivo es vivir con menos sufrimiento. Espero que estos artículos te vayan ayudando.

Recuerda, tu objetivo es vivir con menos sufrimiento. Espero que estos artículos te vayan ayudando. Recuerda que lo que describo aquí es mi opinión y que lo que explico son simples ejemplos para que podáis reflexionar sobre ello. Si quieres puedes compartir conmigo tu opinión. Me gustaría conocerla. Anímate a escribirme. Si quieres saber más sígueme en silenciaturuidomental.com

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