El campo magnético de la Tierra no solamente sirve para orientarnos con una brújula, sino que es una de las características necesarias para vida en nuestro planeta. Los polos magnéticos tienen una gigantesca importancia para la preservación climática y biótica del planeta. Sirven para la preservación de la capa de ozono y la defensa del planeta de los recurrentes vientos solares. Si no contáramos con su existencia, las partículas ionizadas que el Sol emite esporádicamente hacia el espacio impactarían de lleno nuestro planeta. Esto generaría la destrucción de la capa de ozono, permitiendo el ingreso de la radiación solar ultravioleta, capaz de ejercer daños sobre el ADN de los seres vivos.
Una casa especial
La vida en este planeta existe por una suma de eventos favorables: que el Sol tenga el tamaño adecuado, que estemos a la distancia correcta de él para que pueda existir agua líquida, que se haya desarrollado una atmósfera con oxígeno. Y por supuesto, que la Tierra tenga un campo magnético.
Aunque el Sol sea uno de los responsables del florecimiento de la vida en la Tierra, también podría ser la causa de su final. No solo genera luz y calor, sino también viento solar formado por partículas y radiación de alta energía, que son dañinas para la vida.
Otra de las coincidencias afortunadas de este planeta en el que vivimos, es que su núcleo está formado por materiales magnéticos: hierro y níquel.
Planeta magnético de color azul verdoso
Resulta que la Tierra es como un imán gigante, con un polo norte y un polo sur, que más o menos coinciden con el norte y el sur geográfico. Pero además se pueden ir desplazando un poco cada cierto tiempo.
Esto es porque los metales que forman el núcleo están en estado líquido, lo que favorece un campo magnético dinámico.
Ese campo magnético se extiende alrededor del planeta, formando nuestra magnetosfera que es la que detiene los vientos solares: las auroras boreales son resultado de la interacción de las partículas cargadas del Sol con ella.
Las pequeñas variaciones en el campo magnético son normales, pero tampoco son raras las variaciones mayores, incluso puede suceder una inversión total de los polos magnéticos: que el norte se vuelva el sur y viceversa.
El posible cambio en los polos magnéticos no debe asustarnos
Un grupo de científicos concluyó que hace unos 42,000 años hubo un evento de inversión de los polos magnéticos, lo que quedó en evidencia en los anillos de un árbol antiquísimo de Nueva Zelanda.
Las inversiones de campo magnético dejan a la Tierra vulnerable por un tiempo a los rayos cósmicos de los vientos solares, que favorecen la formación isótopos radioactivos.
Ese árbol neozelandés que se estudió, tiene una gran cantidad de carbono-14, un isótopo radioactivo del carbono, que puede encontrarse en pequeñas cantidades en la materia orgánica, pero en este caso solo podría explicarse por un evento que hubiera dejado pasar una enorme cantidad rayos cósmicos.
Esto pudo haber causado que por un tiempo la atmósfera se debilitara: los vientos solares “barren” con las atmósferas, tal como suponemos que pasó en algún momento en Marte, cuando se quedó sin campo magnético.
Así que esto que el grupo de investigadores ha denominado “Evento geomagnético de transición Adams”, en honor al autor de ciencia ficción Douglas Adams, dejó a la Tierra sin capa de ozono al menos, causando desastres climáticos y extinción de especies.
Pero no debe asustarnos, aunque eso podría pasar otra vez, tal vez falten miles de años para que suceda.