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¿El virus se volvió menos agresivo? Así se comporta el COVID-19

El coronavirus hasta el momento ha afectado al 5% de la población mundial. Hay una opinión consensuada entre gran parte de la comunidad científica hasta el momento: El virus del COVID-19, por el momento, no necesita mutar para su supervivencia. Es la opinión generalizada, entre varios expertos, como Benito Almirante del Vall d’Hebrón, Joaquín López Contreras del San Pau de Barcelona o María Montoya del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Entonces, ¿El virus es más o menos letal que al principio?

En el caso de los virus, es importante reconocer dos cualidades de las que dependen: la severidad y la transmisibilidad. Si son demasiado virulentos, matan o dejan incapacitado a su huésped, pero esto limita su habilidad de infectar a otros nuevos. Por el contrario, si hacen poco daño, no pueden generar suficientes copias de sí mismos para volverse infecciosos. Con el virus del COVID-19 ocurre algo interesante, ya que esquiva esta compensación evolutiva.

Los síntomas, por lo general, no aparecen hasta que la persona infectada ha estado propagando el virus durante varios días. Un estudio reciente manifestó que la tasa más alta de transmisión se da uno a dos días antes de que la persona infectada comience a mostrar síntomas. Esto quiere decir, sólo te sientes enfermo cuando el virus se propaga.

Los brotes que causan síntomas severos son más fáciles de controlar con medidas de salud pública, porque los individuos infectados son fácilmente identificables. El SARS-CoV-2, sin embargo, puede invadir comunidades sigilosamente, porque muchos individuos infectados no tienen ningún síntoma.

¿El virus del COVID-19 se volvió menos peligroso?

La idea de que el virus del COVID-19 está atenuado es algo que se viene investigando hace meses. Se trata de un fenómeno que se dio en otros virus que empezaban a ‘convivir’ con los humanos. A grandes rasgos, las variantes menos virulentas son más exitosas al incrementar las opciones de transmitirse a nuevos sujetos y terminan por imponerse. Entonces, la virulencia tiende a variar con la resistencia de los hospedadores hasta encontrar el punto óptimo que garantiza la supervivencia del virus.

Lo cierto es que no hay pruebas científicas de que el virus sea menos virulento o menos peligroso. Algo que podría explicar esto es la mayor precisión para detectar casos que al principio. Esto conlleva a la identificación de casos más leves. O incluso asintomáticos.

Otro factor importante es que, en estos meses de pandemia, no solo aumentó proporcionalmente el número de casos leves de coronavirus como señalan desde el Ministerio de Sanidad: se redujo la edad media de los afectados, pasando de los más de 60 años del pico de la pandemia a los 52 en la actualidad. Esto es fundamental porque, de media, cuanto más joven es el paciente, más leves son los síntomas que nos encontramos.

El coronavirus actúa como una enfermedad de transmisión sexual

La persona infectada continúa sintiéndose bien, mientras propaga la enfermedad a nuevos huéspedes. Siguiendo esta línea, el VIH y la sífilis, por ejemplo, son relativamente asintomáticos por una gran parte del tiempo en que son contagiosas.

Con el SARS-CoV-2, investigaciones recientes indican que entre el 40% y el 45% de las personas infectadas son asintomáticas. Estos portadores son capaces de transmitir el virus por un período más largo. Además, su severidad no es la misma en todos los huéspedes y, por lo general, estas diferencias son dramáticas.

Cómo se comporta el COVID-19

El virus SARS-CoV-2 -o cualquier otro patógeno- no cambia deliberadamente cómo usa nuestro cuerpo como vehículo de transmisión. Sin embargo, los patógenos pueden evolucionar de modo que parezca que están jugando con nosotros.

Estudios muestran que los patógenos pueden expresar virulencia condicional. Es decir, que pueden ser altamente virulentos en algunos individuos y menos virulentos en otros. Esto depende de características del huésped como la edad, la presencia de otras infecciones y la respuesta inmunitaria de cada individuo.

Esto puede explicar por qué el SARS-CoV-2 evita el mecanismo de compensación. En algunos individuos maximiza la virulencia. En otros maximiza su transmisibilidad.

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