Existe un gran interrogante dentro de todos los que nos deja la pandemia que afecta al mundo, junto con la nueva normalidad: ¿Qué alcance tendrá a futuro la educación virtual? Si bien, la comunicación a través de pantallas se convirtió en un gran aliado para que sigamos ateniendo nuestras actividades cotidianas, nos deshumanizó.
La educación virtual puede pasar de ser una alternativa a volverse permanente en el futuro. Lejos de criticar las nuevas tendencias, el mundo parece transitar complaciente el sendero que lleva a una sociedad tecnócrata. Puntualmente, la educación se construyó durante siglos por el diálogo inmediato con el docente y la conexión que genera la cercanía. Además, somos una especie mimética que necesita imitar comportamientos para su aprendizaje.
Lo que nos aleja de la conexión humana es la mediación de la señal de internet. Terminar dependiendo del ancho de banda, de las distracciones del momento, de la procrastinación de las herramientas tecnológicas y de nuestro entorno.
Se suma a esto el factor más importante que se inclina a la reapertura de espacios educativos colectivos que nos alejen de nuestra zona de confort hogareña que nos aisla. La desigualdad económica que oprime a un sector de la población que no tiene las posibilidades de acceder a estas herramientas limita el alcance del conocimiento.
Según estudios recientes, 45% de los habitantes del planeta se encuentran en zonas rurales y no pueden acceder a conectividad en línea. El ritmo de penetración móvil crece, pero eso ocurre también con la población desfavorecida, sobre todo en América del Sur y África.
Opinión autorizada
Joan Pedro-Carañana es Doctor en Comunicación, Cambio Social y Desarrollo (Universidad Complutense de Madrid) y se dedica a estudiar el papel de la comunicación, la educación y la cultura en los procesos de cambio social. Habló con Ctxt y esto dijo:
“La autonomía se convierte en aislamiento y menguan las posibilidades para las muestras de respeto y aprecio, el compañerismo y la reciprocidad. Disminuye la empatía y la atención que son necesarias para la cooperación y el aprendizaje. La pantalla y el contexto de recepción dificultan el proceso de aprendizaje por identificación con el emisor e introducen todo tipo de ruido. Se reduce la capacidad de transmisión e intercambio de información y de emociones que tiene la comunicación no verbal (los gestos, las expresiones faciales, el contacto visual) y se abre más espacio a las malinterpretaciones. Se debilita el estímulo del emisor y la eficacia de la escucha”.
A riesgo de quedar encasillado en una mirada inflexible y apocalíptica, no niego la importancia de la educación virtual como una alternativa para tiempos de aislamiento. De igual manera, tampoco reniego de las posibilidades que entrega el poder de la conectividad. Simplemente, planteo la reflexión de cómo será la educación en la nueva normalidad. Qué perderemos sin la conexión humana de la retroalimentación, de la cercanía, sin espacios de interacción, sin el enfoque del momento del aprendizaje.
Siento que la gravedad del alcance de las nuevas tecnologías en la educación no debería ser ignorada. La relación maestro-alumno es poderosa e irremplazable por la apertura de conocimiento que entrega. La educación a distancia mediada por la tecnología dificulta la atención plena, la camaradería o la mayéutica. El mismo medio condiciona el pensamiento crítico y creativo, además de la espontaneidad. Y para vos: ¿Qué alcance tendrá la educación a distancia en el futuro?