Cómo funciona la mente de un negacionista de la ciencia

Las teorías conspirativas y la desinformación son moneda corriente en la época en la que vivimos. Es común tener un familiar, amigo o pareja que crea fervientemente en teorías que leyó en internet. La pérdida de confianza en la OMS, la desinformación sobre el COVID-19 y el flujo constante de información no verificada pueden influir en dejar de creer en la ciencia. Lo vemos a diario con movimientos anti-vacunas. Cómo piensan aquellos que creen en hipótesis sin ninguna base científica y sienten una especial necesidad de difundirlas.

En un área del conocimiento en el que queda mucho por explorar. Algunas investigaciones apuntan a que el cerebro humano tiene una inclinación natural a creer en esas teorías. Además, que las personas reforzamos nuestras ideas previas cuando nos contradicen. En el caso de que uno acceda a debatir, conviene tener en cuenta que los argumentos racionales son menos eficaces que los emocionales. Que la retórica y la educación son importantes, en la consecución del objetivo de convencer al otro.

¿Por qué creemos en teorías conspirativas?

El cerebro humano tiende a crear relaciones causales entre elementos aunque estas no existan. Para hacerlo, puede establecer conexiones de hechos aislados.

“Una de las causas por la que las teorías de la conspiración surgen periódicamente es nuestro deseo de imponer una estructura al mundo. También, nuestra increíble capacidad para reconocer pautas”. Estas fueron las palabras del investigador Mark Lorch en un artículo publicado en 2017 en The Conversation.

Este catedrático de Ciencia y Química de la Comunicación de la Universidad de Hull, cree que la responsabilidad es de “unos mecanismos neurológicos evolutivos no demasiado avanzados». Estos nos llevan a ver “relaciones causa efecto inexistentes -teorías de la conspiración- por todas partes”.

Además, sentimos propensión a mantener posturas que son mayoritarias en nuestro grupo social, como demuestran diversos estudios desde los años 50. Por lo que existe una probabilidad creciente de que aceptemos una hipótesis como verdadera cuanta más gente a nuestro alrededor crea en ella.

La desinformación mata

Iniciar un debate con alguien que defiende un mito sustentado en falsedades es una decisión personal que depende de muchos factores.

Entre esas circunstancias se encuentra el hecho de que la desinformación es peligrosa porque afecta a las decisiones que adoptamos en la salud. Algo que se ha puesto de manifiesto durante la pandemia.

“La ciencia es importante”, señalaba el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. El mensaje de vídeo fue difundido el 29 de septiembre después de que se alcanzara el millón de muertos por Covid-19. También sentenciaba: “La desinformación mata”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que el estudio “fraudulento” de 1998 planteó la posible relación entre la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo. Como consecuencia, “creó un estado de pánico que produjo una disminución de las tasas de inmunización y posteriores brotes de esas enfermedades”.

¿Se puede convencer a un negacionista de la ciencia?

La dificultad de entablar un debate racional con un defensor de las teorías de la conspiración estriba en las pocas posibilidades de éxito que hay de que modifique sus posturas.

Las investigaciones continúan estudiando cómo procesa el cerebro la información que recibe y los motivos que nos llevan a establecer nuestros sistemas de creencias.

Un estudio publicado en septiembre de 2019 en la revista Nature Human Behaviour por los psicólogos Philipp Schmid y Cornelia Betsch, cuestiona la influencia del llamado efecto bumerán o “backfire”. Se trata de un sesgo cognitivo observado en el cual quien recibe argumentos contrarios a sus opiniones acaba reforzando sus creencias.

Mandamientos para debatir con un teórico de la conspiración y negacionista de la ciencia:

1.- Dirigirse con respeto al interlocutor

Dirigirse con educación y respeto al interlocutor con el que se debate no es solo una buena técnica para no generar un rechazo entre los asistentes a la discusión, sino que también puede ayudar en el objetivo de persuadir de que cambie de opinión.

2.- Empezar por un punto de acuerdo

Dentro de la estrategia de evitar el efecto bumerán, varios expertos, entre los que se encuentra Mark Lorch, proponen empezar con un punto de acuerdo y a partir de él intentar moderar los juicios del contrincante.

Basado en este principio, un estudio firmado por un equipo encabezado por Matthew Hornsey, de la Universidad de Queensland, en Australia, plantea la necesidad de alinearse con las creencias previas de los defensores de postulados anti-ciencia para conseguir cambios más eficientes que con la confrontación.

3.- Dejar que el oponente caiga en sus propias contradicciones

Otra propuesta planteada por los expertos es pedir explicaciones sobre el proceso lógico que ha llevado a las conclusiones que se rebaten, propiciando que quien las defiende caiga en sus propias contradicciones y deje en evidencia la debilidad de su discurso, lo que acaba conduciendo a posiciones más moderadas.

Esta técnica se basa en la teoría de “la ilusión de entendimiento”, que formulada en un contexto de opinión política por un grupo liderado por Philip Fernbach, de la Universidad de Colorado Boulder (Estados Unidos), sostiene que la gente sabe menos de lo que cree acerca de las causas que sustentan sus juicios más polarizados.

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