Estoy harta de sufrir. Creencias que nos llevan a la discusión

Creencias que nos llevan a discutir. ¡Es qué no me escucha!

Las creencias que nos llevan a discutir muchas las tenemos integradas que no nos damos cuenta. ¿Has discutido con alguien porque estás segura de que nunca te escucha? Todas hemos discutido alguna vez con nuestra pareja o nuestros hijos porque no han atendido a lo que les hemos dicho. Como siempre, si ahora te digo que parte de la responsabilidad es tuya, quizás no quieras seguir leyendo, pero si quieres dejar de sufrir, no se trata de echarle la culpa a los demás se trata de saber que hay en ti que te hace sentir mal y te lleva a la discusión. ¿Te animas a leerme? Vamos a encontrar una de las creencias que nos llevan a discutir.

¡Esta es la historia de hoy!

Acaba de conocer a un chico que le encanta, ha salido algunas veces a tomar algo con él y hablan cada día por teléfono. Ayer le pregunto qué iba a hacer al día siguiente y ella le dijo que tenía que ir al médico. Hoy al levantarse ha hablado con él por WhatsApp, después de un mensaje de “Buenos días” que le ha hecho sonreír han estado comentando cómo se presentaba el día. Ella le ha dicho que se estaba preparando para ir al médico.

Cuando estaba en el autobús camino del médico, ella le ha escrito un WhatsApp diciéndole que estaba en el bus, al que él ha contestado un “¿Dónde vas?”

Ante esta pregunta exclama un ¡No puede ser! ¡No me lo puedo creer! Siente enfado, la emoción le invade mientras su cabeza piensa: “¡Todos los hombres son iguales! ¡No te escuchan, no se enteran de nada!”.

El chico le gusta mucho, deja pasar la emoción, decide respirar y contestar con calma: “Al médico”. Suerte que él no está delante y no le puede ver su cara de decepción.

Él contesta el mensaje con un “Ya lo sé, pero ¿Dónde vas? ¿En qué lugar está el médico?”

Ella se da cuenta del error, y agradece internamente no haberle contestado mal. Sigue la conversación entre una sensación de alivio y de culpabilidad.

¿Qué hubiese pasado si él hubiese sido su pareja, su hijo o alguien de mayor confianza?

Si la persona que hubiese estado al otro lado de la conversación hubiese sido una pareja estable, un hijo o un padre, o simplemente alguien con quien hubiese tenido confianza en muchos casos la creencia inicial nos hubiese llevado a discutir.

Vamos a analizar algunos posibles casos:

Las creencias te llevan a discutir de forma inmediata

Podría haber pasado que ante la pregunta ¿Dónde vas? se disparara la creencia “No me escucha” y se generara la emoción “enfado”. En muchos casos se une la creencia social de que los hombres no escuchan con nuestra creencia individual de que no nos escuchan, tal y como nos ha pasado en otras ocasiones. Con todo este popurrí se hubiese gestado una respuesta con un tono no demasiado correcto que hubiese llevado a los dos protagonistas a una discusión sin sentido, porque ante el huracán de explicaciones que se hubiesen cruzado por parte de los dos, se hubiese perdido lo que realmente había pasado, el malentendido en la pregunta inicial.

Las creencias que te llevan a dejar el sentimiento para más tarde

También podría haber pasado que la chica no hubiese continuado la conversación, ¿Cuántas veces el enfado nos lleva a no responder y guardar el móvil en el bolso, manteniéndonos en el enfado, dándole vueltas y vueltas a la cabeza sin entender nada?

En este punto hago un paréntesis para diferenciar la emoción inicial del sentimiento. La emoción se genera de forma casi inmediata, la puedes incluso sentir en alguna parte de tu cuerpo, pero se desvanece en pocos minutos. Cuando piensas la emoción y les das vueltas y más vueltas generas un sentimiento, y ese es el que perdura en el tiempo. Este sentimiento es el que te hace sufrir y es el que debemos evitar.

Pero volvamos a la historia. Nuestra protagonista con ese sentimiento de enfado pasa todo el día de mal humor, y si la pareja no ha podido preguntarle por el médico, el enfado posiblemente ya se ha convertido en ira. Al llegar a casa, cuando él detecta el mal humor, si le pregunta a ella que le pasa, la repuesta seguramente será un “nada” o una respuesta directa a la yugular “no me has preguntado por el médico”, a lo que él contestaría: “no me has dado tiempo”. Pero ya no estaríamos a tiempo de parar una discusión, con el consecuente dolor.

Y todo por una frase mal escrita en el WhatsApp y una creencia que nos ha llevado a discutir

Los hombres al principio te atienden, luego te escuchan y al final te ignoran

Glenn Donato

¿No te ha pasado nunca durante una discusión que no sabes por qué estás discutiendo? Esta sensación es la que tendría nuestro protagonista masculino.

Aquí te he explicado solamente dos ejemplos, seguramente podríamos encontrar miles de situaciones distintas, aunque casi todas acabarían en malestar o sufrimiento.

El fallo en la comunicación. ¡No solo son las creencias las que nos llevan a discutir!

Seguramente hace rato que estás pensando que él ha formulado mal la pregunta, y es verdad.

Este es un ejemplo que nos sirve para darnos cuenta de que muchas veces comunicamos bajo nuestro pensamiento, dando por hechas muchas cosas que nosotros sabemos y que nuestro interlocutor, puede que sepa y que no tenga presente, o simplemente que no sepa.

Él sabía lo que quería preguntar y prácticamente ha plasmado su pensamiento en el WhatsApp sin pensar. Esto nos sucede al escribir mensajes, pero también al hablar, ya cuando queremos ir deprisa, tenemos cosas que hacer o estamos pensando en otros temas y lanzamos los mensajes sin pensarlo, y los lanzamos dentro del contexto de nuestros pensamientos, pensando que el que nos escucha está en nuestro contexto. Pero allí, en tus pensamientos, solo estás tú. El otro está en su mundo mental, su contexto, y al recibir tu mensaje lo integrará en sus pensamientos recibiendo un mensaje totalmente distinto.

El fallo en la comunicación es también un punto importante en el que debemos poner atención. Asegúrate que tu interlocutor ha entendido lo que has dicho, no solamente tiene que oírnos, sino que tiene que entendernos. Pero, sobre todo, asegúrate de lo que estás diciendo, que contenga toda la información que tú tienes, pero el resto de las personas no tiene.

No es una creencia la que me lleva a discutir, es que ¡No me escucha!

Seguramente piensas que este no es tu caso, a ti no te escuchan. Posiblemente eres capaz de encontrar muchos ejemplos y situaciones en las cuales puedes demostrar que a ti no te escuchaban. Ahora para y piensa ¿De qué te sirve tener razón?

Tu cerebro funciona buscando tener la razón, porque es un mecanismo de supervivencia, pero no busca tu felicidad. Recuerda, además, el famoso sesgo de confirmación, que es el filtro que usa el cerebro para interpretar la información que recibe, con un único objetivo: confirmar tus creencias.

Si sufres, si lo pasas mal discutiendo, no intentes buscar tener la razón, busca y enfréntate a la causa de tu sufrimiento para dejar de discutir y de pasarlo mal.

¿Qué puedo hacer para que mis creencias no me lleven a discutir?

Vamos a volver al ejemplo. Si relees la historia nuestros protagonistas habían hablado varias veces de la visita al médico, incluso lo habían comentado por la mañana, pocas horas antes. ¿De verdad piensas que él no sabía que nuestra protagonista iba al médico? Si lo piensas fríamente está claro que él lo sabía. Ella solo tenía que parar y pensar que la pregunta que le hacía él no tenía lógica. Pero la creencia y el automatismo puede más que el cerebro racional, es mucho más rápido, y debe ser así por el bien de nuestra supervivencia.

Fíjate como nuestra protagonista ha sabido gestionar la primera emoción que ha sentido y no ha contestado mal porque le gustaba el chico. Actúa como ella, no te dejes llevas por la emoción, espérate que pase y luego pon en funcionamiento el cerebro racional poniendo en duda lo que piensas. Es el famoso “contar hasta diez”. Pero una vez pase la emoción pon en marcha el cerebro racional y piensa cómo piensas para darte cuenta del origen del pensamiento, puede que sea una creencia social o individual la que te lleve a la discusión, en vez de lo que está pasando en realidad. Recuerda, no se trata solo de gestionar la emoción, se trata de buscar lo que la ha generado para que no vuelva a aparecer.

Está claro que nuestra protagonista tenía una motivación especial, que él le gustaba mucho y eso le ayudó a controlar la emoción. Ahora piensa, ¿qué motivación es mejor que conseguir vivir con más calma y tranquilidad?

Pero estas creencias que me llevan a discutir pueden estar muy escondidas ¿Cómo puedo sacarlas a la luz?

Para y práctica, práctica y para. El cerebro es un buen generador de hábitos, si pones atención en cómo te mueves y analizas cómo piensas, verás que muchas veces los patrones que sigues son los mismos. Cuando los detectes, cada vez los reconocerás más fácilmente en tu forma de actuar y podrás cambiar los que te hacen sufrir.

Recuerda: nuestro objetivo es vivir con menos sufrimiento y para eso debemos que entender lo que nos pasa.

Espero que estos artículos te vayan ayudando.

Recuerda que lo que describo aquí es mi opinión y que lo que explico son simples ejemplos para que podáis reflexionar sobre ello. Si quieres puedes compartir conmigo tu opinión. Me gustaría conocerla. Anímate a escribirme. Si necesitas que te acompañe en tu camino a la tranquilidad y la disminución del sufrimiento, ponte en contacto conmigo o sígueme en silenciaturuidomental.com.

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